martes, 22 de febrero de 2011

Trayecto a la oficina.

Mi lugar de trabajo se encuentra en el centro de la ciudad. Tan al centro, que mi habitáculo se encuentra debajo del punto gordo que señala el centro en los mapas. De hecho, dicho punto gordo es necesario para que me tape y no salga en los mapamundis.

Por otro lado, mi residencia provisional, la que estoy habitando mientras termino de llenar el frigorífico de la definitiva, se encuentra ubicada en zonas periféricas de la ciudad. Esto hace que sea imposible realizar el trayecto en andando –aunque mi conciencia ya planteaba muchas limitaciones a esta opción-.

Por eso, mi desplazamiento al lugar de tortura diaria lo divido entre coche y metro. Cualquier opción es válida excepto la bicicleta puesto que, como buen gordo que se precie, sólo con pensar en hacer ejercicio me pongo a sudar ¡Y sudo una barbaridad!

El metro hace que me sienta como una sardina en una lata de anchoas. Las personas gordas somos muy celosas con nuestro espacio vital y en el metro, en hora punta, es difícil de mantenerlo indemne. Las personas “gorditas” no aceptamos cualquier contacto físico. De hecho solemos evitarlo –salvo el sexo-. Preferimos tocar elementos comestibles.

¡Pues esta mañana no ha dejado de empujarme una señora con sobrepeso! Apretados íbamos todos y yo también soy gordo, pero sostengo solo mi peso ¡Pues la tía va y no deja de apoyarse en mí! ¡Todo el trayecto! Daba un paso hacia adelante, durante un segundo dejábamos de tocarnos, y al siguiente segundo ¡Otra vez su panza sobre mí!

¡Posiblemente sea la fuerza de la gravedad! La fuerza de atracción de las grandes masas. Aunque, pensándolo bien, era ella la que se veía atraída por la mía ¡Yo era el gordo!

¿Alguien lo dudaba?




jueves, 10 de febrero de 2011

Regreso.

Llevo tiempo sin escribir. La razón está muy clara: llevo tiempo sin hacer dieta estricta. De hecho, nunca la he practicado. Sólo me he quitado de los hidratos de carbono -malditos hidratos de carbono que están por todo los alimentos-, los azúcares y el alcohol.

Estas dos últimas semanas han sido de mucha tensión. Tanta, que he estado a punto de padecer un ataque de ansiedad y, ¿qué hace una persona gorda cuando tiene ansiedad? Come. Come y bebe hasta reventar para que te ingresen en el hospital por algo de lo que puedas sentirse orgulloso, como un cólico. Esa es la diferencia principal entre una persona gorda y otra persona que no lo es. Y como la sociedad actual es tremendamente estresante para los sujetos que la constituimos, pues los gordos que la componemos nos desbocamos.

El desajuste de mi sistema nervioso se ha debido a dos razones, una buena y otra mala –como en los chistes-. Por un lado, un alto contenido estresante motivado por la –ya definitiva- aprobación del proyecto laboral al que llevo dedicado año y medio de mi gruesa vida y que ha necesitado mil millones y medio de correcciones y modificaciones de ultimísima hora. En segundo lugar, porque me he comprado una –media- casa.

Por cierto, estáis todos invitados a cenar. Una manzanita y poco más, por supuesto.

¡Jajaja! ¿Qué esperaban, marisco? ¡Si estoy a dieta y tengo que pagar hipoteca!

Pienso continuar la dieta desde la próxima cena. Nada de esperar al lunes siguiente, tópico habitual en estas situaciones. Mañana me peso y veo el retroceso practicado.

miércoles, 2 de febrero de 2011

La decisión

Me he comprado un piso. Bueno, la mitad de él. La otra mitad se la ha comprado mi novia y hemos decidido compartirlas. Espero que caiga en mi parte la cocina o, por lo menos, el frigorífico. Siempre es mejor que el fregadero, digo yo.

Por ello, el fin de semana pasado lo hemos empleado en tomar una de las decisiones más importantes que un hombre debe tomar en su vida y que condicionará su felicidad futura: ¡Elegir sofá!

La tarea, en principio es fácil: entras en una tienda de sofás –o de muebles-, oteas el interior a la búsqueda de aquel que puede ir en concordancia con tus sábados y domingos, lo afrontas y te sientas. Si te invita a tumbarte hacia un lateral es porque es lo suficientemente acogedor para estar en el salón de tu casa, pero no olvides hacerlo ya que es muy importante comprobar el resultado de apoyar tu cabeza en el reposabrazos.

Si pasa esta prueba ¡Cómpralo!

Si no lo hace, te levantas y te sientas en el siguiente. Si ése tampoco lo corrobora, te levantas y te sientas en el siguiente. Si tampoco te convence, te levantas y te sientas en el siguiente…

Pues así lo he hecho hasta un millar de veces.

¿Exagerado? Exagerado es el dolor que tengo en las piernas por las agujetas que me han salido de tanto sentarme y levantarme. He llegado, incluso, a desarrollar un sexto sentido que me permite verificar la dureza de cualquier asiento con sólo mirarlo ¡Con tal de no tener que sentarme sobre él!

Me he arriesgado a desarrollar una fobia a sentarme en un sofá ¡Tendré que realizar una autoterapia de choque! Por esto, pienso pasarme el próximo fin de semana sobre un sofá viendo la televisión o jugando a algún videojuego.

Pero el esfuerzo ha merecido la pena y ha tenido su recompensa ¡Ya tengo sofá!

¡La de cervezas que me voy a beber sobre él!


¡A por los gordos!

¿Lo ven?

Antes lo anuncio y antes ocurre.

¡Ya empieza el ataque público a las personas con sobrepeso!

Si no se creen lo que digo, lean el último párrafo de este artículo de opinión (pincha encima, ¡torpe!) publicado el pasado 31 de enero por ABC.

Únicamente por pasear un domingo por la calle principal de mi ciudad ¡Y salimos escaldados! ¡La clase alta de mi ciudad ya no quiere ver gordos por su ciudad! Como si dentro de ese estatus social no los hubiera. Pero esos son excepciones, seguro. Si te parece, querrán que salgamos enfundados en un burka. Aunque de esta forma seguro que seremos mucho más llamativos.

¿Qué dirá este hombre si se cruza con un “cani” que marque tres cifras cada vez que se suba sobre una báscula, lleno de tatuajes y de piercings?

Ahora bien, este gordo que padece la dieta y suscribe este blog piensa pasear por donde le plazca y cuando le venga en gana, se moleste quien se moleste. ¡Faltaría más!

¡Ya sólo falta que los generadores de opinión del otro bando empiecen con la misma cantinela!

miércoles, 26 de enero de 2011

Día 44: Retorno a los 80.

Llevo tiempo sin escribir en mi blog.

Los más ilusos pensarán que he abandonado la dieta, que mi voluntad no era lo suficientemente fuerte para cruzar este desierto o que cometería continuos excesos alimenticios como los que se produjeron -accidentalmente- durante el periodo navideño, lo que produjo aquel estancamiento de mi descenso dimensional.

¡Pues no!

Y no sólo continúo con esta asquerosa dieta, sino que ya he perdido la friolera de 3,8 Kg. Si alguien los encuentra, que se los quede.

¿Tú sabes lo que es subirte a la báscula y que haya un 8 en el lugar que ocupan las decenas? ¿Tú sabes cuánto esfuerzo, trabajo, dedicación y hambre he padecido para llegar a contemplarlo? ¿Para ver este momento? ¿Para regodear mis castigados oídos con halagos del tipo “Estás más delgado”, “Es que estoy a dieta –perdona-”, “Pues se te nota”, “(y a ti la envidia, so gorda)”?

88,9Kg. ¿Acaso no siguen el cerdito de arriba? Ése se actualiza de manera automática y va realizando el seguimiento de mi peso.

¡Qué bonito los 80!  ¡Qué grandes recuerdos! 
 
Yo nací en los ochenta. Disfruten.


miércoles, 19 de enero de 2011

Día 37: Deporte.


Me levanto todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar. En estos últimos días, durante mi lento ritual matutino suelen aparecen mis hermanos pequeños que, armados de una excesiva motivación, se enfundan ridículas mallas oscuras que le recubren cada palmo de sus grotescos cuerpos para realizar ejercicios aeróbicos por las frías calles de mi barrio.

Aunque parezca mentira, yo también suelo correr por las mañanas cada fin de semana. Pero yo corro a bajar la persiana y a echar una meada antes de volverme a la cama para seguir mi tarea en el reino de Morfeo.

Ahora en serio, si yo tuviera unas mallas de mi talla para embutírmelas les acompañaría todos los días. Me gustaría que fueran de color bermellón y que estuvieran adornadas de amarillos rayos y unas alitas en las orejas -como el disfraz del corredor de los cómics de superhéroes-. Yo lo adornaría poniendo cara de velocidad y enseñando la tableta de chocolate que ahora tengo por abdomen ¡Y si no, me la dibujo!


Recreación de la equipación de entrenamiento.

lunes, 17 de enero de 2011

Día 35: Recuperando terreno.

Hoy me he levantado con la obligación moral de pesarme e, ignorando la costumbre de desoír lo que mi ética me dice, lo he hecho.

90,3 Kg.

Parece que ya he recuperado el terreno perdido durante los festejos navideños y he vuelto a conectar el ascensor en modo caída libre. ¡No hay quién me pare! Aunque un bollo con mortadela bien que podría hacerlo.

La motivación que me empuja a padecer esta dieta es para estar preparado cuando al gobierno de turno, motivado por la presión de la opinión pública –que no la mía-, le dé por atacar a la comunidad gorda alegando que los problemas de salud de estas personas les cuestan mucho dinero a las arcas del estado, que hay que adaptarse a otros países del entorno europeo con menor número de gordos entre sus ciudadanos o que se debe mirar por la salud de la ciudadanía y se ponga como objetivo erradicar con el sector de la población que tenga un índice de grasa corporal superior a 25. Algo similar a los que han hecho –acertadamente- con los fumadores.

¿Y qué van a hacer? ¿Limitar el número de tapas que puede comer un gordo en un bar? ¿Sólo servirles productos lights (de los que ya hay disponible hasta la cerveza)?

¿Sabéis cuál es mi opinión? ¡Qué les den por culo a los gordos! Total, yo ya estaré canijo.

domingo, 16 de enero de 2011

Día 33: Comida en compañía.

Vamos a ver, ¿qué parte de estoy a dieta no se entiende? Está muy claro, verdad. ES-TOY-A-DIE-TA. Y yo no lo oculto, es más, no únicamente lo anuncio, sino que lo advierto.

¿Y qué implicaciones conlleva estar a dieta? Pues que debo controlar mis impulsos para no ingerir demasiadas calorías en cada toma de comidas.

¿Y cómo se consigue? Pues, sobre todo, reduciendo mi exposición a estímulos alimentos hipercalóricos –los que más nos gustan- para aminorar la tentación de comerlos.

¿Y si se presentan ocasiones de comer con personas que no padecen una dieta? Pues intentaré pedir yo y adaptar el menú a mis necesidades. Total, a todos nos sienta bien comer sano. Si acaso se saca un poco de queso, o alguna conserva, pero poco más.

¿Y se pide vino, cubatas y dulces a los comensales? De ese tipo de alimentos ni se menciona, o tendrán que soportar una verborrea infinita e interminable que impide el disfrute de la ingesta de los mismos y hará que se arrepientan por haberlos solicitado sin mi beneplácito.

¿Ha quedado claro? ¿Sí? ¡PUES DEJAD DE COLGARME CARTELES DE UNA PUTA VEZ POR MI CIUDAD SOLICITÁNDO MÁS CALORÍAS CUANDO SE COME CONMIGO!

Prueba de pancartas colgadas para solicitar más calorías cuando se come conmigo.

jueves, 13 de enero de 2011

Sección especial: Regalos de Reyes II

Aunque haya pasado la época de regalos compulsivos y sin sentido, voy a seguir con esta sección para dar ideas a aquellas personas que me quieran regalar algo para compensar los buenos ratos que pasáis pensando en este humilde hambriento mientras coméis con libertad.

En este caso se trata del nuevo producto de la compañía internacional de mordida manzana como imagen corporativa. Nunca pensé que esta firma lograría un producto que les gusten, y sepan, utilizar los abuelos.

Apúntelos en la lista de cosas que siempre me gustaría tener.



miércoles, 12 de enero de 2011

Día 30: Un mes.

91,5 Kg. 

¡Sólo he conseguido perder un kilo durante este primer mes de dieta! ¡Un kilo y doscientos insignificantes gramos! 

Después de tanto padecimiento, tanto pesarme, tanta desesperación, tanto mirar para otro lado, tanto sufrimiento y tantas cohibiciones. Después de la cantidad de lechuga, zanahoria, coliflores, habichuelas, berenjenas, calabacines, pescaito a la plancha, etc. que he soportado. Después de algunas -sólo algunas- cervecitas, paellas, potajes, jamones, quesos, embutidos, botellas de vino, copas de cava, polvorones y mantecados. Tras un mes en el que sólo me he bebido un único chupito de orujo, ¡va y sólo pierdo un kilo! ¡Sólo uno!

¡Cómo moooooooooooooooooooooola! 

A por el segundo, guapetón.