miércoles, 19 de enero de 2011

Día 37: Deporte.


Me levanto todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar. En estos últimos días, durante mi lento ritual matutino suelen aparecen mis hermanos pequeños que, armados de una excesiva motivación, se enfundan ridículas mallas oscuras que le recubren cada palmo de sus grotescos cuerpos para realizar ejercicios aeróbicos por las frías calles de mi barrio.

Aunque parezca mentira, yo también suelo correr por las mañanas cada fin de semana. Pero yo corro a bajar la persiana y a echar una meada antes de volverme a la cama para seguir mi tarea en el reino de Morfeo.

Ahora en serio, si yo tuviera unas mallas de mi talla para embutírmelas les acompañaría todos los días. Me gustaría que fueran de color bermellón y que estuvieran adornadas de amarillos rayos y unas alitas en las orejas -como el disfraz del corredor de los cómics de superhéroes-. Yo lo adornaría poniendo cara de velocidad y enseñando la tableta de chocolate que ahora tengo por abdomen ¡Y si no, me la dibujo!


Recreación de la equipación de entrenamiento.

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