martes, 21 de diciembre de 2010

Día 9: La muela.

Hoy me han puesto una nueva muela.

Me he gastado más de 250 pavos (uno relleno me comía yo) en enfundar mi molar encarecidamente, es decir, en carey.

¿Sabéis qué? Con esa nueva muela podré comer sin problema turrón del duro, piñonates, rumiar costillas de cordero, abrir botellines de cerveza cuando se pierda el abridor, comprobar que las monedas sean o no de chocolate, abrir las nueces, fabricarme mi propio hielo picado para mi mojito navideño y hartarme de chicharrones secos y regañá.

Pero no. La jodida dieta que estoy padeciendo me impedirá disfrutar de mi nueva muela hasta que no logre gastar la poca fuerza de voluntad que me queda. ¿Y para eso me gasto ese dineral? ¿Acaso una muela tan cara me será necesaria para masticar lechuga raída o engullir puré de verdura naranja?

Debería haber invertido ese dinero en un jamón y un queso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Voluntad! Eso es lo que usted, humilde dietario, necesita.
Déjeme decirle que una muela también sirve para masticar esa VERDE lechuga, para triturar los fideos extra finos de la sopita (sin picatostes ni jamón ni huevo), para la merluzita al vapor, para la pechuguita a la plancha... una muela siempre es útil, hasta en su lastimoso estado.
En fin, sepa que usted cuenta con todo mi apoyo, querido amigo, y que mis pensamientos siempre están al lado de su sacrificio, sobre todo cuanto esté mojando en mi garganta el jamón serrano con ese vino que compré ayer, cuando esté masticando la carne tierna del chuletón de turno, cuando los langostinos se deslicen entre mis labios... en fin, usted ya me entiende...
Un abrazo querido amigo!

Anónimo dijo...

¿Que cuenta con tu apoyo?? jajaja, pero si estuviste todo el viaje diciendo a todas horas: " Va a ver que ir pensando en comer"!!!Si traíamos hoyitos hasta en los nudillos de las manos por tu culpa!!!

Anónimo dijo...

:)

(el primer anónimo)

el tío a dieta dijo...

ciertamente el demonio te espera detrás de cualquier esquina para tentarte. A mí sólo me hace falta un tocinito de cielo para caer en pecado.